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Hace poco tuve que hacer una visita guiada a la exposición de Jazz en la biblioteca nacional El ruido alegre y llevé allí a mi grupo de jubilados y prejubilados que pastoreo culturalmente y que tantas alegrías y unos pocos dividendos me están proporcionando. Buceando en las historias del Madrid de 1920 encontré la fantástica aunque incompleta historia de Ruth Bayton…
Corría, en sentido figurado y literal, la década de 1920 y el jazz había penetrado en Europa a través de los soldados norteamericanos de color que lucharon en la Primera Guerra Mundial (de los negros norteamericanos se puede decir que alcanzaron la plena ciudadanía dejándose matar en países extranjeros y reivindicando estas muertes después en el suyo). Así desde una Francia agujereada como un queso gruyere por las trincheras y la metralla y como esos gases tóxicos que estaban utilizando los teutones, el jazz se extendió a Barcelona y especialmente a San Sebastián donde los pijos, los pollos bien, hijos de casa grande, veraneadores en el norte y fumadores de cigarrillos turcos lo bailaban en los cabarets y los hoteles. Porque hay que señalar que mientras en la aburrida Francia compositores de la talla de Debussy o Ravel pronto se dejaban encantar por los ritmos sincopados de la música negra, en estas tierras el jazz tardó en ser una cosa intelectual y como de pensar. Aquí el jazz era considerado un “estruendo de cacerolas” que se practicaba con los pies, es decir, bailando y de este modo lo reflejó José Bergamín quien escribió en un libro de aforismos de 1923: “Los americanos y los ingleses hacen música como juegan a la pelota, es decir, con los pies”; esta analogía se extendió con la aportación de Rafael Lopez Haro en su magna obra Futbol… Jazz Band de 1929 donde exponía no sin acierto que tanto en el jazz como en el futbol el mérito reside en las extremidades inferiores que actuaban con independencia y una cierta sensibilidad… a partir de esta teoría, el hombre escribió un libro entero a patadas.
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Madrid que a Dios Gracias sólo ha intentando ser moderna dos veces en toda su historia, en la década de 1920 y la de 1980 y ambas con trágicas consecuencias, se volvió loca con los bailes de moda y el escritor Andrés Álvarez emborronaba su novela Sentimental Dancing con estas palabras:
Hacia 1912 se produjo en Madrid un cambio radical, operado por las danzas exóticas que comenzaron a llegar (…) Hasta entonces se bailaba en Madrid el pasodoble, la polca, la mazurca, la habanera, el vals y el chotis, piezas que además de bailarse como ordinariamente se bailan en todas partes tenían la típica forma madrileña, el girar a izquierdas y a derechas. Esto del girar es algo serio.
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En un Madrid donde según este autor “al organillo le sucedió la jazz-band” se produce además la irrupción del tango prohibido por el Papa y junto a él el one-step, el fox-trot, el shymmi y otros bailes con efectos devastadores que se convirtieron en plaga de vestíbulos de hotel, cabarets y dancings, escenarios modernistas que van a ser cantados en las mismas fechas por Sigfried Kracauer en sus notas periodísticas berlinesas. Todo ese ambiente frenético era muestra de un Madrid en ebullición, una ciudad en la que se construían los primeros rascacielos y que crecía hasta doblar su población (de 200.000 habitantes en 1845 a 400.000 en 1875 para pasar a un millón en 1930) a ritmo de boxeo y de golf, de bares americanos con orquesta, del cine que se impone como pasatiempo y de la radio que se populariza en las casas (pudientes), levemente futurista en sus aeródromos y arquitectónicamente expresionista en algunos grandes edificios del tercer tramo de la Gran Vía (Recoletos-Plaza de España). Un Madrid exótico y cosmopolita que vivía rodeado de mugre y miseria en ese círculo africano de barrios obreros formado por Lavapiés, Tetuán y Cuatro Caminos donde la caída del tercer depósito del Canal de Isabel II significó en 1905 una verdadera y sentida conmoción ya que produjo la trágica suma de 30 obreros muertos y 60 heridos. Trágico acontecimiento que produce una oleada de muestras de solidaridad obrera (entre ellas de mis queridas cigarreras de Lavapiés), el posterior juicio al ingeniero José Eugenio Ribera y una cierta reticencia a usar cemento armado durante unos años –el depósito se finalizó en 1915 y actualmente desmantelado es una de las instalaciones “públicas” de golf más importantes de Madrid, aspecto éste que para mi resume a la perfección el Madrid neoliberal como un lugar donde se juega al golf sobre la tumba de los obreros.
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Dancing-Salón de té Casablanca (1933)
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En la exposición de la Biblioteca Nacional aparece una revista que habla de las actuaciones de Josephine Baker en Madrid, aunque a ese respecto no logré averiguar cuantas o bajo qué condiciones la Baker actuó en nuestro trozo de tierra: creo que estuvo en el 25 con la famosa revista negra que le dio fama en Europa, la “Revue Negre” con una orquesta dirigida ni más ni menos que por Sydney Bechett (¿fue allí cuando la vio actuar Lorca?), en el 29 intentó actuar pero el desgobierno de Primo de Rivera se lo impidió bajo la acusación de obscenidad. En 1930, el 10 de febrero, bajo la República y en una ciudad con un millón de almas volvió a debutar en el teatro Metropolitano aunque convenientemente tapada y por lo tanto defraudando al público madrileño más rijoso (aunque todos estos datos, ya les digo, hay que tomarlos con pinzas)… La cuestión es que en esa revista ilustrada se explicaba a la perfección en una sola frase como convivía ese Madrid moderno y elitista que a su vez se daba de gorrazos con el Madrid obrero y proletario recurriendo para ello a las imágenes más manidas de la españolidad: la España típica del sol y el cielo azul traiciona su propia imagen y recibe a la Baker con una gran nevada, circunstancia que le provoca a la famosa artistas un lógico desencanto:
Desencanto de espíritu porque ha encontrado en Madrid las mismas costumbres que otros sitios, los mismos rascacielos -hasta en Cuatro Caminos, escenario mísero de “La Horda”, escenario dramático de los sucesos del 17-, las mismas señales de circulación y los mismos blues en los hoteles.
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La Baker.
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Este magnífico fragmento de una de esas revistas ilustradas de los años 20 que mostraba en Nuevo Mundo o Estampas la fiebre del fotoperiodismo mundial se refería con los rascacielos de Cuatro Caminos al famoso edificio Titanic que coronaba la Glorieta de Cuatro Caminos donde los tipógrafos, albañiles y obreros se habían amotinado por la “carestía de la vida” en la Huelga Revolucionaria de la Noche de San Daniel (13 de agosto de 1917). El edificio en cuestión, con unas torres que parecían chimeneas de trasatlántico, fue la primera operación de especulación inmobiliaria de los Hermanos Otamendi que habían traído hasta esta parte de la ciudad la primera línea de metro y que una vez comunicada se dedicaron a construir como locos en unos terrenos destinados a cocheras. Madrid a pesar de estos adelantos de la década de 1920 seguía siendo una ciudad más industriosa que industrial, donde el servicio doméstico proporcionaba una gran parte del empleo y de la que Gómez de la Serna dijo en una frase que me parece magistral: “Madrid es tomar por humo de fábrica el humo de las hojas que se queman”… y que bien podríamos actualizar por “Madrid es tomar por humo de fábrica el humo de los contenedores que se queman en los conciertos de la MTV”.
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Madrid 1917.
Al jazz se le une la experimentación sexual, los nuevos prototipos de género como las flappers, con su pelo a lo garçonne, su infantilismo y su coquetería precoz de las que Andes Gulmain escribió en una de sus novelas galantes y pícaras: “Hubiera podido ser acaso una dama digna de su estirpe, pero el influjo del medio la perdió y comenzó a jugar al tenis, a bailar danzas libres y antiestéticas, a vestir con desenfado y a usar un léxico innoble”. Junto a la flappers, los pollos pera, versión barata del pollo bien, que imita a los astros de la gran pantalla, con una gabardina corta que parece una falda y con “un impermeable hábilmente manchado para fingir reparaciones grasientas hechas en un automóvil imaginario”. Todos mezclados en bares americanos con orquestas, grandes hoteles con “salones de thé” como el Ritz y el Palace o en Recoletos con sus jardincitos que se convierten en templos de vermuthistas. También en Chicote y la Parisina que en las inmediaciones de Moncloa fue el local que contó con su primera orquesta de negros. De entre todos esos personajes que pululaban por un Madrid mi preferido es Alvaro Retana, figurinista y figurón, autor de canciones y de revistas de “elegancias modernas”, amigo de las estrellas, hijo de familia (muy) bien, rojo y mariquita. Esta especie de Noel Coward madrileño que acogió en su casa a muchos músicos de jazz, que introdujo en charleston y los bailes exóticos en la revista acabó encamado con un anarquista y se dice acudía a las manifestaciones obreras en bata de seda, siendo juzgado tras la entrada de los Nacionales bajo la acusación de, ni más ni menos, “beber semen en cálices” (que su novio habría robado de iglesias). Acusación que marcaría un hito en la vida de cualquiera y que fue refutada por el acusado alegando “que él eso lo había bebido siempre directamente de la fuente”. Sentencia: pena de muerte. Finalmente Pio XII interviene y le conmutaron la pena de muerte por cuarenta años de los cumplió “sólo” nueve…
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Retana en plan travestí.
Buscando información sobre esa época en google books encuentro esta simpática referencia del libro “La escena madrileña entre 1926 y 1931: Un Lustro de Transición” sobre una bailarina negra Ruth Bayton que participó en varias revistas que incorporaron el charleston a sus números incluso fundiéndolo con el chotis y creando el “chotiston” cuyas evoluciones físicas debían ser dignas de admirar
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Como ustedes sabrán google books permite acceder sólo a retazos de conocimiento como si uno hiciera su tesis únicamente mirando por encima de los hombros de los usuarios del transporte público. Por un artículo de Román Gubern referenciado en otro libro del que sólo disponía fragmentos me entero la historia de los artistas negros en Madrid y descubro que las noticias más antiguas que tenemos de artista de color fueron los acróbatas Paolo y Panlo en el Circo Price en 1880, tras haber sido vendido por el marqués de Salamanca quien lo compró en su día como refugio artístico para sus amantes. Unas décadas después, en 1905 se producen las primeras actuaciones de músicos Cakewalk que era un baile estrafalario nacido en los campos de algodón donde los negros imitaban con muy mala leche los movimientos de minué y de rondós que practicaban sus amos y que tenía como premio una tarta o “cake” y que se convirtió en uno de los primeros medios por los que el jazz se popularizó en Europa (el charlestón sería traído por la Baker años después). En 1919, como decíamos, La Parisina de Madrid deleita a su público selecto con la primera banda únicamente formada por negros. Años después en 1925 García Lorca en “Observaciones sobre teatro” escribe sobre la Revista Negra de la Baker en un momento en el que florecían los espectáculos que reproducían de manera estrafalaria la vida de los negros y en el que La Yankee, bautizada como cristianamente como Reyes Castizo, estrena el charlestón Cómprame un negro (1928). Junto con los negros norteamericanos, los artistas de las “colonias” son también celebrados en su exotismo y a través de novelas como El negro que tenía el alma blanca de Alberto Insua donde podemos leer ese famoso pasaje donde un ciudadano de bien exclama ante los ritmos negroides de la jazz-band, “¡¡Que vergüenza!!, ¿y esto es España?, ¿esto es Madrid?”. Casi por la misma época en Alemania y en el periódico que escribía Kracauer, Adorno o Benjamin, el Frankfurter Zeitung se traduce y se serializa la novela de Carl Van Vechten Nigger Heaven que atrae a miles de lectores por su retrato picante, sexual y lleno de tempestuosas pasiones del Harlem.
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Todos estos coloridos datos nos dejaban sin embargo con una pregunta: ¿Quién era Ruth Bayton esa bailarina cuya figura danzante fue introducida como motivo decorativo por Goerlich y Vicente Benedito, racionalistas valencianos, en el interior del cabaret Folies Bergere de la capital levantina?.
![El Folies Bergere de Valencia con decoración Benito-Goerlich donde aparece Ruth Bayton y la Baker.]()
El Folies Bergere de Valencia con decoración Benito-Goerlich donde aparece Ruth Bayton y la Baker.
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Tecleo e insisto… hasta que descubro en un periódico de Baltimore llamado The afroamerican, fundado por un antiguo esclavo en 1892, donde aparece este retrato, esta fotografía de la Bayton transformada en una máscara con los rasgos poco definidos y que convivía en la misma página con viejos anuncios de cremas blanqueadoras. Esta imagen acompañaba a una noticia ciertamente llamativa…
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“LA AMANTE DEL EX-MONARCA DESAPARECIDA: MISS RUTH BAYTON, que causó una conmoción unos años antes como amiga y playgirl del ex -rey Alfonso de España. Ha sido denunciada su desaparición en el país de conflicto de acuerdo con sus parientes de Nueva York”.
¿Una artista de color, amante del rey Alfonso XIII pérdida en un país en el que estalla un terrible conflicto y dentro de una ciudad a punto de ser asediada y bombardeada hasta el agotamiento? Evidentemente no podía pararme aquí aunque descubro pocos datos, la mayoría de ellos sacados de arqueólogos de la cultura popular afroamericana. Según estos exploradores de sendos apéndices de volúmenes como Black Music Research Journal la Bayton era una imitadora de Josephine Baker, pero en guapa (esto se repetía) que aprovechó el auge de la música negra en Europa empezando su travesía por París y Berlín cuyas universidades empezaban a invitar con cuentagotas a escritores del Harlem Renaissance al tiempo que los espectáculos se rendían con el exotismo afroamericano. Por esos mismos buscadores de datos me entero que nació en 1903 supuestamente en Philadelphia (otros dicen que en Virginia) y que en 1923 se embarcó en el Albania con una compañía de entretenedores negros llamado Dover Street to Dixie actuando en Londres, París y Berlín. Sus datos de pasaporte, incluida foto son estos:
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Antes de su misteriosa desaparición encuentro en el mismo The afroamerican una emotiva crítica de uno de sus espectáculos en París y que vuelve a subrayar su relación con Alfonso XIII, siendo éste el único periódico que habla de este asunto en un tono lírico que no deja de lado la cuestión racial y que adelanta fatídicamente el sino de la bailarina…
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“LOS CRÍTICOS PONEN POR LAS NUBES A RUTH BAYTON. Ruth Bayton, la bailarina americana de la que se ha dicho que tiene un romance con el monarca español ha hecho jadear a la alta sociedad de aquí y de allá, puede causar una “tragedia” en Francia, de acuerdo a David Sturgis, un crítico blanco que ha escrito sobre ella desde París. Sturgis dice en el actual número de Variety:
“No puedo escribir nada más esta noche. Acabo de ver bailar a Ruth Bayton. Es una artista de color en el Follies Wagram. Una vez fue estenógrafa en Virginia. Ganó un premio de belleza ofrecido por un periódico de Nueva York. Actuará este verano en un centro turístico francés.
Predigo una tragedia en la costa. Las ninfas, locas por los celos, intentarán ahogar a esta diosa criolla”.
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Después de París, vive unos años en el Berlín de la República de Weimar donde es llamada “La Josefina Baker de Berlín” ya que como ésta viste una falda de bananas para ejecutar sus piruetas eróticas en cafes, bares y teatros. En algún momento de su vida abandona su prospera carrera berlinesa y visita Barcelona a finales de 1927 y principios de 1928 (entre septiembre y febrero) con un espectáculo llamado NOT YET que se estrenó en el Teatro Cómico, estas son las referencias que he encontrado en La Vanguardia y La Veu de Catalunya:
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En Madrid el ABC la anuncia con tipografía mayúscula como una de las máximas atracciones del Maipú Pigall´s un dancing de lujo abierto durante la dictadura de Primo de Rivera y cuya publicidad rezaba: «intimidad encantadora, casi de boudoir de los palcos que circundan la pista y de los saloncitos de las galerías altas» en donde imaginamos la corista y el rey tomaron contacto…
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A partir de ahí todo es oscuridad y los únicos datos que he encontrado forman parte de esa noticia de The afroamerican del 27 de mayo de 1937 que nos cuentan los últimos años de Bayton. Traduzco para los duros de oído con el inglés:
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Ruth Bayton, la playgirl de dos continentes. Que creó una conmoción varios años atrás cuando se informó de su cercana amistad del Rey Alfonso de España, se piensa desaparecida en el país de conflicto, de acuerdo con sus familiares en Nueva York.
No se han tenido noticias de Miss Bayton desde el inicio del conflicto, y todos los esfuerzos de su hermana, Mrs. Julia Bayton Banks del número 75de St. Nicholas Place por localizar a su hermana han sido baladís.
Actuó en “Blackbirds”
Miss Bayton, que viajó por primera vez a Europa en 1928 con Florence Mills en “Blackbirds”, marchó a España tras el cierre de esa producción.
Después de sus supuestos sensacionales “affairs” en la corte española regresó a América en 1932 y abrió una tienda de moda exclusiva para la élite de Sugar Hill.
Se ofrece recompensa.
Después de abandonar esta empresa volvió al mundo de los night clubs y volvió a hacer fortuna cuando frustró un atraco en un cabaret de lujo de Broadway y fue recompensada generosamente.
Con este dinero regresó a España y no se ha vuelto a oír de ella desde entonces. Se le buscó cuando su tío el Dr. George Bayton, médico de Filadelfia, murió recientemente.
Su padre era capitán de barco.
Aunque siempre se ha dicho que Miss Bayton eran neoyorquina, en realidad nació en Tappahannock, Va., donde su padre, el último Kansford Bayton, era un conocido capitán de barco fluvial que manejaba un barco de vapor excursionista en la sección del Tidewater.
El capitán Bayton fue en un tiempo compañero del último Capitan George Blum en los inicios de las empresas de barcos de vapor de Baltimore.
Los rumores de que Miss Bayton ha huido de España refugiándose en Sudamérica aún no han sido verificados esta semana”.
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Llevo un par de semanas fascinado con Bayton porque creo que significa muchas más cosas que simple detritus pop y arqueología sentimental realizada alrededor de una segundona, una imitadora de la Baker que acaba encamada con Alfonso XIII y mientras tanto inventa en “chotiston”. Es mucho más que una artista olvidada a pesar de sus éxitos, de su fama y de sus vinculaciones con el Harlem Renaissance y, por supuesto, mucho más que sus enigmas biográficos que rodean el regreso a España y las circunstancias que le llevaron a ello habiendo estado vinculada de manera tan directa con la realeza (creo, estoy casi seguro que debió de volver con la República). De entre todos esos misterios destaca el destino de la diva tras esa última noticia aparecida en The afroamerican: ¿viajó a sudamerica donde vivió como una reina con las rentas del espectáculo o desapareció en la España del golpe de estado militar en una muerte mucho más prosaica que la de ser ahogada por las sirenas celosas (una mujer que detuvo un atraco en un cabaret no pudo con el fascismo español)? La Bayton representa el fantasma de una modernidad que como un barco (o como uno de esos edificios con formas curvas de las grandes vías) encalló primero con la Guerra Civil española y el auge de los totalitarismo europeos -su abandono de Berlín pudiera estar relacionado con el “enrarecimiento” del ambiente- y después con la Segunda Guerra Mundial. Una sombra petrificada en la decoración del Folies Bergere de Valencia y en los periódicos que hablaban de huelgas y de la crispación política interesada, la última bailarina de unos cabarets bombardeados donde entre cascotes se enterró la modernidad y la diversión. A partir de la Bayton, la oscuridad y la modernidad en paradero desconocido…
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