Esta mañana se ha publicado la primera de, espero, una larga colección de colaboraciones con MAKMA un portal cultural con el que me hace mucha ilusión trabajar porque hace que mi nombre titile electrónicamente junto al de periodistas de sobrado reconocimiento en la escena cultural valenciana. Náufragos, como si dijéramos, de lo que alguna vez fue cultura en aquellas tierras de calor húmedo y que no se resignan a morir ahogados por la ferocidad del vendaval provocado por un desgobierno cuya actuación en el campo de la cultura es especialmente flagrante. Pero lo que me parece más bonito de MAKMA es que no sólo se trata de sobrevivir sin tragar agua, ni de hablar contra la cultura de los otros, un tema, por cierto, poco tratado en el apesebrado panorama cultural valenciano sino de construir alternativas en las que las nuevas propuestas puedan convivir y donde internet se junte con el concierto en el bar o la proyección en el casal alternativo o en el debate en el colegio mayor. Pero yo es esto poco sé porque soy un recién llegado y continúo mandando los textos sintiendo esas polillas nocturnas que sentimos las escritoras en el estómago cuando creemos que nos van a rechazar. Os dejo con los primeros párrafos de mi crítica a la exposición de Dalí y el enlace para que continuéis leyendo…
Dalí putrefacto: guía personal de la exposición del verano
La primera crítica que me ha encargado MAKMA tiene algo de mitológico, como de descenso a los infiernos ya que ha consistido en una visita a la exposición del verano, la macro exhibición que sobre la obra de Salvador Dalí que se está realizando en el Reina Sofía hasta el 2 de septiembre bajo el aparatoso título de “Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas”. El mismo día que visité el Reina en esa arriesgada misión, Madrid había decidido abrir sus carnes y soltar todo el calor que llevaba acumulando durante meses. Neptuno, cuya ira es capaz de provocar terremotos (“Las paredes del Reina Sofía tiemblan” decían los periódicos aludiendo a los 16.000 visitantes del primer fin de semana), se derretía en su fuente y su tridente flácido apuntaba al agujero en el asfalto por donde salía un calor seco y una gran cantidad de personas norteamericanas y jubiladas que formaban una fila que llegaba hasta la puerta de entrada del museo. Porque Dalí gusta, pero no nos engañemos, gusta a los jubilados y a los norteamericanos, quienes se convirtieron en mis compañeros de ese viaje estético hacia las profundidades de un autor cuya decadencia artística y personal culminó en una canción de Mecano: “tirita su burbuja / al descontar latidos / Dalí se decolora / porque esta lavadora / no distingue tejidos”.
El Dalí del Reina Sofía está lejos de esa decadencia que cantaba Mecano y muestra su encanto mentiroso en una larga fila de visitantes que ahoga al propio museo en una exposición llena de logos y de subvenciones pero previsiblemente cara y que recupera esa tradición extinta de las exposiciones espectáculo. Grandes exhibiciones con colas milenarias que parecían imposibles en un panorama cultural como el que estamos viviendo y que recuerda –esta vez sí- al Dalí de los últimos años: una Cultura Contemporánea que baila con la Muerte una sardana de deshidratación de subvenciones e incendios de recortes. En ese panorama desolador y surrealista, el Reina Sofía saca músculo…
http://www.makma.net/dali-putrefacto-parte-1/
